lunes, 12 de enero de 2009

Rezonificación de la Laguna de Rocha

Reflexiones. El Municipio es la unidad política de la Nación. Es, dentro de ella, el Estado más pequeño. Tiene un poder Ejecutivo, encabezado por el Intendente, y un Legislativo -el Concejo Deliberante. Son elegidos –para que los representen- por los ciudadanos en condiciones de votar. Si esto es así –y es así- los funcionarios elegidos, lo son para salvaguardar los intereses de los ciudadanos que en él habitan. Ellos son los que –con su voto y con esa finalidad- les han otorgado el poder, y quienes pagan sus sueldos. En una Democracia –teóricamente en nuestro paíslo la hay- la mayoría parlamentaria no es la única que cuenta para tomar decisiones. Debe debatir con quienes tienen otras ideas e intereses legítimos y –a través de sus representantes- llegar a un consenso aceptable para la mayor parte de la población . La realidad es completamente distinta. En los Municipios, por ejemplo, los funcionarios toman decisiones que la población rechaza a través de organizaciones no Gubernamentales, que –respetuosamente- les señalan el daño que provocan. Es un espectáculo penoso ver a núcleos de pobladores que solicitan el respeto a sus intereses -con fundamentos- que son burlados por quienes –poco tiempo antes- les pidieron el voto y les hicieron promesas que sabían que no cumplirían. Resulta extraño que algunas decisiones rechazadas por importantes núcleos, sean aprobadas casi por unanimidad. Esta situación podría equipararse a la existencia de un ejército de ocupación ilegal, formado por algunos vecinos. Lamentablemente, esto es tan frecuente, que la población lo ve como normal, un hecho aberrante. Lo dramático es que recordamos con horror los años en que las libertades fueron conculcadas por fuerzas dictatoriales. Pero aceptamos con naturalidad, casi con alegría, que nos manejen a su arbitrio, personas que creímos haber elegido. Este cuadro se repite en estados provinciales y el nacional. Hemos sido invadidos y derrotados por gente en la que habíamos confiado, que tiene nuestra misma historia, que venera los mismos héroes, que saluda el mismo himno, la misma bandera. Pero, debemos ser objetivos. La responsabilidad histórica es mucho más de nosotros que de los invasores. Ellos no hicieron más que aprovechar los espacios que –por indiferencia, egoísmo o estupidez- les dejamos liberados. ¿Qué objetivo tienen estos lamentos? Que pensemos entre todos si no nos molesta este oprobio y qué estamos dispuestos a hacer –si lo estamos- para liberarnos.
Valentín Stiglitz