martes, 29 de abril de 2014

RETOMAR EL CAMINO

Desde el año 2013, la Universidad Nacional de Moreno lanzó la Licenciatura en Gestión Ambiental.
Desde ese momento, un conjunto de docentes, profesionales, técnicos, administrativos y estudiantes nos estamos capacitando día a día...
Este viejo blog será una oportunidad más para el debate de todos los que queremos ser protagonistas de esta historia, la de la Licenciatura en Gestión Ambiental de la Universidad Nacional de Moreno.-

Jorge Etcharrán

sábado, 28 de marzo de 2009

Ambiente. Poder - Sociedad Civil y Mujer


Ambiente y Poder

Es cierto que los problemas ambientales suelen estar de moda en los últimos tiempos. Muchas veces batardizando su tratamiento, creyendo que los conflictos se reducen a hablar de “los pajaritos” y del “bucólico verde” de praderas lejanas (hasta el sustantivo parece distante), o de las “pobres ballenas” en extinción por la efectiva acción de sucios y oxidados arpones (ya dejados de lado por la sistémica tecnología).
Es cierto, son problemas ambientales, los cuales se nos suministran en pequeñas dosis para que esas fotografías nos hagan expresar alguna frase “progre”, hipócritamente culposa, o asumir la imperiosa necesidad de los tiempos, con el cinismo que caracteriza a la “real politik”. Actitud, esta última, muy utilizada por tecnócratas al servicio del algún presunto candidato.
No obstante, esas fotografías ni alcanzan a conformar una secuencia de imágenes coherentes.
Porque tratar el tema ambiental es discutir “poder”.
Es debatir y ejecutar modelos de desarrollo, el poder de lo público sobre lo privado; conducir la oscura, cuando no espuria, relación Estado/mercado; reformular la demanda de la sociedad civil; plantarse ante las corporaciones; proteger a los más humildes, que son los que pagan el precio de la contaminación y no tienen los medios para emigrar.
No es casual que, en tiempos de la última dictadura, muchos militantes se dedicaran a los problemas ambientales. Bajo el escudo de la profesión o el conocimiento podían insertarse en conflictos territoriales concretos, cotidianos, como la contaminación en un barrio por alguna industria, o la dilapidación de los recursos naturales. Todo desde una aséptica visión académica (algo indescifrable para las luminarias de las tropas de ocupación). Fueron intentos vanos, poner parches en un tejido social degradado.

Ambiente y Sociedad Civil
Nuestra sociedad civil ha aprendido numerosas lecciones en estos años de democracia, entre ellas que los recursos naturales son imprescindibles, porque el crecimiento económico no es sustentable si no hay un uso racional de los mismos ni Justicia Social que permita la redistribución del ingreso.
Pero también, ha sumado en su haber el inexorable convencimiento de que la política tradicional autóctona no hace caso a sus demandas. Esta desilusión obligó a  actuar por su cuenta, buscar nuevos rumbos. La proliferación de diferentes asociaciones ambientalistas en los años ochenta y noventa podrían ser una señal de esta reacción. Sin embargo, esta irrupción reconoce más causas, un entramado más complejo.
Por supuesto que la sociedad civil no es un todo homogéneo y que la experiencia de colectivos o comunidades frente a problemáticas ambientales no abundan; aunque los casos de Esquel y Gualeguaychú marcan un punto de inflexión en la historia de estas demandas populares. Estos conflictos tendrán marchas y contramarchas; lo que no tiene retorno es la conciencia generada. Desde los años setenta (post Estocolmo 1972), el conocimiento y el convencimiento han crecido en forma conjunta, y el “mercado” ha tomado nota de ello. Una de las actitudes defensivas adoptadas por el “mercado” ha sido la de poner al Estado de su lado, como aliado y legitimador de su postura. En última instancia, la excusa de la pérdida de fuentes de trabajo ha sido su principal herramienta de coacción mediática, sumando a sindicatos y a los propios funcionarios y agentes gubernamentales de las áreas ambientales.
Este escenario de indiferencia o rechazo del Estado condujo a los damnificados a recurrir y a articular diversas tácticas; desechada la vía administrativa, las opciones abarcaron desde la Justicia hasta los medios de comunicación. 

Ambiente y Mujer
Es preciso señalar que, si bien las denominadas ONG’s ambientalistas han proliferado y desarrollan diferentes actividades, el papel cumplido por los que se sienten víctimas de problemas ambientales es fundamental. Y, es también en este campo, en el cual la mujer ha tenido una preponderancia indiscutible.
El escenario suele no variar en lo esencial. Un emprendimiento que genera lucro, puede ser una explotación primaria, industrial o de servicio, que no internaliza sus externalidades; léase, no asume los costos derivados del tratamiento correcto de sus efectos negativos, que van desde el excesivo consumo de insumos (energía, agua, suelo) hasta el indebido o inexistente tratamiento de lo no comerciable (efluentes, residuos,  ruidos). Luego, la consiguiente queja de los que se sienten avasallados, por las molestias que afectan su calidad de vida o que la ponen en riesgo directo. Por último, la demanda insatisfecha ante la inacción o la respuesta presumiblemente inadecuada de las Autoridades de Aplicación.
En este momento, el damnificado, que no se siente respaldado por el Estado frente al que lucra y afecta su calidad de vida (que puede ser el mismo Estado, como en el caso de CEAMSE), asume que está sólo y que, si bien puede sumar a pares en el conflicto, tiene que encarar una lucha individual en los pasillos de la Justicia o ante los micrófonos de los medios de comunicación que den crédito a su versión. La situación, de alta exposición, exigirá pasión, dedicación/capacitación y tiempo. 
La mujer tiene ventajas comparativas para ser portavoz legitimable en este tipo de instancias. Basta con visualizar los documentales de las protestas en Esquel[1] y otras zonas afectadas por la minería. En las manifestaciones populares, la primera línea está encabezada por mujeres con su prole en brazos. Esa imagen, es mucho más elocuente que cualquier relato.
Es Ella, la que defiende el derecho a la vida. La mujer, como tal y como madre, legitimada por el dolor de sus hijos o la amenaza que se cierne sobre la calidad de vida de ellos.

Un ¿nuevo? rol
Lo señalado ha sido analizado en investigaciones de otros conflictos sociales, tal es el caso de las mujeres piqueteras[2]. No obstante, este rol femenino se ha ido consolidando en el tiempo, haciéndose cada vez más visible en los conflictos ambientales. La experiencia de gestión en la Autoridad de Aplicación ambiental de la Provincia de Buenos Aires, que le cupo al que escribe estas líneas, permite corroborarlo.
El que se siente damnificado sabe que el “poder” no lo tiene en cuenta, siente que su palabra no vale. Es más fuerte la idea de “progreso”, “crecimiento”, “trabajo” que subyace en el discurso del “mercado” y del propio Estado. Esta situación de desventaja torna imperiosa la pasión necesaria para invertir un esfuerzo enorme en aras de modificar la relación de fuerzas.
Pero no alcanza con la voluntad; es imprescindible informarse, leer, aprender, formarse, porque enfrente se encuentra un “ejército” de profesionales, técnicos, voces habilitadas, y los inefables abogados, capaces de esgrimir razones fundadas o no (la mayoría de las veces), para deslegitimar el reclamo.
Por último, la tarea requiere tiempo, mucho más del que puede brindar la cotidianeidad de un ciudadano común. 
El hombre asume, muchas veces, que éstas son las condiciones dadas, cuasi inmodificables, el precio que se debe pagar; ó, en el mejor de los casos, se ocupa por proveer las condiciones económicas para enfrentar semejante relación de fuerzas. Y, ante la necesidad de optar, prefiere la vía judicial a la exposición en los medios.
La mujer adopta un perfil más alto. No desdeña la denuncia judicial sino que además impone presencia a través de su imagen y su voz; no sólo en los medios, también en el barrio o en el sector social donde actúe.
Lentamente, los compromisos asumidos ante los pares, los que se sienten víctimas como ella, y los hechos públicos generados hacen que esa mujer lidere una postura ante el problema específico. Ese liderazgo podrá tener un impacto social mucho mayor si es capaz de compartir su lucha con otras mujeres que se sienten tan damnificadas como ella y de contar, al menos, con el acompañamiento de los varones.
Si se analizan las formas organizativas adoptadas, prevalecen las redes informales, no focalizan su interés en conformar estructuras rígidas (los organismos oficiales les han enseñado a descreer de las mismas), salvo cuando el nivel de desarrollo así se los exige. Este trabajo en red se basa en la versatilidad que le imprimen sus miembros, privilegiando las formas de comunicación vía internet (redes electrónicas, blogs, páginas web, documentos en soporte electrónico). También, privilegian su relación con los medios de comunicación masiva, cimentando y articulando relaciones directas con los periodistas dedicados al tema.
Son muchos los ejemplos de estos liderazgos que han surgido y que se pueden visualizar en el país y, en particular, en el conurbano bonaerense.
La lucha de Mabel Bastía contra las empresas distribuidoras de energía eléctrica por la contaminación debida a la utilización de PCB’s en transformadores y capacitores. La batalla de Estela Longarini en el Partido de Vicente López por la contaminación generada por empresas radicadas en la zona. La pelea de las Madres de las Torres de Villa Domínico contra la contaminación de CEAMSE. La disputa y victoria judicial de los vecinos del barrio El Campamento, Partido de Ensenada, contra la coquera Copetro, en la cual las mujeres tuvieron un papel protagónico.
La experiencia de la mujer argentina no está en contraposición con la de sus pares en el mundo. El Premio Nobel de La Paz otorgado en 1992 a Rigoberta Menchú Tum, por su defensa de los Derechos Humanos de los pueblos originarios guatemaltecos, tiene una relación directa con el usufructo de los recursos naturales y la tierra en su país.
Más cerca en el tiempo, en el 2004, la keniata Wangari Maathai logró el mismo Premio Nobel, como fundadora del Movimiento Cinturón Verde, organización dedicada a plantar árboles en Africa para proteger la biodiversidad, creando empleos y fortaleciendo la identidad de la mujer.

Algunas certezas
La mujer cumple, en esta etapa de demandas ambientales/sociales, un rol preponderante. Ejerce un mayor liderazgo que el hombre en este campo tan diverso.
No se puede negar que influye el rol de “madre”, el cual legitima la lucha, desde el “dolor” o la amenaza de la supervivencia de la prole.  Pero, tampoco lo expresado es condición suficiente. Hay características propias de la mujer argentina de hoy, no sólo las genéticas, que son producto de la historia que les tocó vivir y los papeles que debió asumir. De no haber sido así, sería muy difícil explicar las razones de las Madres, las Abuelas, de tantas que se sienten víctimas y que discuten el poder.
Hace tiempo ya, una mujer me enseñó que donde hay una necesidad hay un derecho que no se respeta. Los conflictos ambientales no escapan a esta lógica de poder.

Jorge Etcharrán 
(publicado en Género y Peronismo, Nº 3, marzo de 2009) 




[1] “La Ganga”, dirigida por Lisandro Costa. Argentina, 2007.

[2] “Entre la ruta y el barro. La experiencia de las organizaciones piqueteras”, Svampa, M. y Pereyra, M., Buenos Aires, 2003. “Mujeres piqueteras en la organización Federación Tierra y Vivienda, Partido de La Matanza, Secretaría de Género”, Timpanaro, M. A. y Zeliz, A. R., Buenos Aires, 2006.        

lunes, 19 de enero de 2009

La enseñanza que deja Gualeguaychú

Cuando se evalúa el impacto ambiental que generará la ejecución de un proyecto se consideran las componentes físicas y biológicas pero también las económicas, culturales y sociales; y en este caso, están en juego no sólo la afectación de los recursos naturales sino también las actividades productivas, pautas culturales y la calidad de vida de los habitantes.
Lo que está defendiendo la comunidad de Gualeguaychú es justamente eso, una calidad de vida producto de un desarrollo propio.
La solución no pasa por tapar el conflicto analizando la respuesta de Gualeguaychú fuera del contexto que vive esa comunidad. Bajo ningún punto de vista se puede “demonizar” a la víctima, nuestra historia reciente está plagada de esos horrores.
Sin embargo, hoy surgen nuevos interrogantes; no sólo es el método de lucha elegido sino también el espacio-tiempo en que se libra la pulseada de poder. Es obvio que el método logra que el conflicto esté en la agenda, en los medios. Además, el método ha sido legitimado por diversos sectores de la sociedad, los cortes de ruta ya no son esquemas de lucha exclusivos de los “piqueteros”, tan temidos, y han sido adoptados por los sectores medios y de gran poder adquisitivo (basta recordar el conflicto con los propietarios/productores rurales). Lo que habría que evaluar es la decisión de mantener el método; lo peor es enamorarse de un mecanismo que ya dio lo que podía brindar y que, lentamente, se vuelve en contra del objetivo principal. En segundo término, el espacio-tiempo también merece su reconsideración, ¿acaso les sirve a los ambientalistas ser funcionales a las protestas de los propietarios/productores rurales? ¿No sería más sano deslindar intereses, a fin de mantener una postura coherente en el tiempo que les evite pagar costos de otros? ¿La solución es retardar un proceso de integración imprescindible para la región? Sin duda, no.
Estimar convenientemente la economía de fuerzas en juego no es abdicar objetivos; lo que tendrá que asumir la sociedad civil de Gualeguaychú es la manera de organizarse para mantener su reclamo a través de otras formas exitosas, como otrora fueran los cortes de ruta.
Nuestra sociedad civil ha aprendido numerosas lecciones en estos años de democracia, entre ellas que los recursos naturales son imprescindibles, porque el crecimiento económico no es sustentable si no hay un uso racional de los mismos ni Justicia Social que permita la redistribución del ingreso.
La situación amerita políticas activas entre los dos Estados para resolver la controversia. Las políticas de integración implican estas discusiones, hay que darlas. Es la única manera de construir, de no claudicar ante los intereses de quienes quieren maximizar sus ganancias en detrimento de la calidad de vida de los otros; porque el mercado tiene un único objetivo, el lucro. Es el momento de acordar cómo agregar valor a la producción; exportar pulpa de celulosa para importar papel no es negocio.
Y puertas adentro, que sirva el conflicto para aprender de una vez por todas que cualquier proyecto no puede radicarse en cualquier lugar, que las excepciones y los arreglos espurios los pagan los que menos tienen, los que no poseen los medios para emigrar.
Como siempre, es necesario un Estado activo que planifique y gestione el territorio; de lo contrario, será difícil asegurar la calidad de vida de los ciudadanos y conducir la protesta social.

Jorge Etcharrán

jueves, 15 de enero de 2009

Punto de inflexión

La controversia regional, con epicentro en Gualeguaychú, demuestra la necesidad de planificar y gestionar el territorio. En esta situación es legítimo el derecho que le asiste a una comunidad de defender sus intereses.
Replantear los métodos, consolidar una organización que garantice la lucha por otras formas.
Sin olvidar que las fuerzas del mercado tienen un objetivo fundamental, el lucro; y, lo más importante, que el Estado es el que debe planificar y gestionar el territorio para que la sociedad civil pueda aspirar a una calidad de vida digna en el marco de un desarrollo sustentable.

Jorge Etcharrán
(publicado en el diario El Argentino, 15 de enero de 2009)

lunes, 12 de enero de 2009

Comentario del Dr. Valentín Stiglitz

Se publica a continuación una nota del Doctor Valentín Stiglitz, luchador incansable de la sociedad civil de Esteban Echeverría.

Rezonificación de la Laguna de Rocha

Reflexiones. El Municipio es la unidad política de la Nación. Es, dentro de ella, el Estado más pequeño. Tiene un poder Ejecutivo, encabezado por el Intendente, y un Legislativo -el Concejo Deliberante. Son elegidos –para que los representen- por los ciudadanos en condiciones de votar. Si esto es así –y es así- los funcionarios elegidos, lo son para salvaguardar los intereses de los ciudadanos que en él habitan. Ellos son los que –con su voto y con esa finalidad- les han otorgado el poder, y quienes pagan sus sueldos. En una Democracia –teóricamente en nuestro paíslo la hay- la mayoría parlamentaria no es la única que cuenta para tomar decisiones. Debe debatir con quienes tienen otras ideas e intereses legítimos y –a través de sus representantes- llegar a un consenso aceptable para la mayor parte de la población . La realidad es completamente distinta. En los Municipios, por ejemplo, los funcionarios toman decisiones que la población rechaza a través de organizaciones no Gubernamentales, que –respetuosamente- les señalan el daño que provocan. Es un espectáculo penoso ver a núcleos de pobladores que solicitan el respeto a sus intereses -con fundamentos- que son burlados por quienes –poco tiempo antes- les pidieron el voto y les hicieron promesas que sabían que no cumplirían. Resulta extraño que algunas decisiones rechazadas por importantes núcleos, sean aprobadas casi por unanimidad. Esta situación podría equipararse a la existencia de un ejército de ocupación ilegal, formado por algunos vecinos. Lamentablemente, esto es tan frecuente, que la población lo ve como normal, un hecho aberrante. Lo dramático es que recordamos con horror los años en que las libertades fueron conculcadas por fuerzas dictatoriales. Pero aceptamos con naturalidad, casi con alegría, que nos manejen a su arbitrio, personas que creímos haber elegido. Este cuadro se repite en estados provinciales y el nacional. Hemos sido invadidos y derrotados por gente en la que habíamos confiado, que tiene nuestra misma historia, que venera los mismos héroes, que saluda el mismo himno, la misma bandera. Pero, debemos ser objetivos. La responsabilidad histórica es mucho más de nosotros que de los invasores. Ellos no hicieron más que aprovechar los espacios que –por indiferencia, egoísmo o estupidez- les dejamos liberados. ¿Qué objetivo tienen estos lamentos? Que pensemos entre todos si no nos molesta este oprobio y qué estamos dispuestos a hacer –si lo estamos- para liberarnos.
Valentín Stiglitz