domingo, 14 de octubre de 2007

Desarrolo urbano. Capacidad de carga y territorio

La ciudad como tecnosistema permite una multiplicidad de emprendimientos económicos, culturales y sociales, a partir de las decisiones de los distintos actores estatales, privados y de la sociedad civil. Estas acciones implican, en muchos casos, actuar sobre edificaciones existentes o la generación de “nuevos” espacios que servirán para que se desarrollen aquellos emprendimientos, lo cual conlleva inversiones en infraestructura, bienes de capital, trabajo en el territorio delimitado de la ciudad.
Pero Buenos Aires, a diferencia de otras ciudades, tiene sus límites territoriales. Y es ésta, la primera característica a tener en cuenta. Buenos Aires no se puede expandir, salvo ganándole tierras al Río de La Plata.
En consecuencia, la posibilidad de “crear” ciudad es posible sobre lo ya urbanizado, lo preexistente. Esta segunda característica determina un escenario, en el que lo territorial y lo ambiental cobran una significación mayor aún que en los distritos mixtos donde coexisten las áreas urbanas y las rurales.
El manejo sustentable de un territorio que presenta estas características es viable en tanto se planifique su desarrollo, puesto que existen límites definidos y capacidades finitas. La evaluación de dichas capacidades permitirá conocer el piso del que se parte para alcanzar el perfil de ciudad que se anhela.

Las capacidades finitas
Ahora bien, el tecnosistema asentado en el territorio de la Ciudad de Buenos Aires no es un continuo homogéneo, está compuesto por diferentes zonas. Estas zonas, que no siempre coinciden con las clasificaciones administrativas o con la asignación de usos permitidos y sus complejas articulaciones internas y externas, poseen aptitudes que implican restricciones. Conocerlas acabadamente es condición ineludible para determinar las capacidades del lugar.
Desde distintos campos se ha intentado dar cuenta de esta realidad. Métodos como la Evaluación de Impacto Ambiental[1] y el Análisis de Riesgo son herramientas de planificación que se utilizan en la actualidad, pero que tienen su aplicación principal a nivel de proyecto (por ejemplo, el emplazamiento de una industria de alta complejidad ambiental). En una dimensión diferente, el indicador integrador Huella Ecológica permite estimar, aproximadamente, el terreno que requiere la población de un distrito o de una región para producir los recursos consumidos y asimilar los residuos generados[2] (una ciudad global necesita terrenos que exceden largamente su propio territorio para mantener sus estándares de consumo).
Por lo tanto, la planificación y el manejo de zonas, cuya extensión superficial no exceda la de algunas manzanas o la de un barrio, es una asignatura que debemos aprobar. La experiencia internacional remite a los esfuerzos en la Unión Europea para avanzar en estas herramientas de gestión.
Uno de los caminos es la posibilidad de trabajar con el concepto de Capacidad de Carga, que ha sido utilizado con éxito en actividades como el turismo.
El concepto de Capacidad de Carga proviene de la Biología y se relaciona con el máximo tamaño poblacional de una especie que puede ser soportado por un ambiente dado en forma indefinida, sin dañar permanentemente el ecosistema. Sin embargo, no se puede aplicar un simple conteo de seres humanos vinculado a un territorio. La ciencia, la tecnología, la cultura como los modelos de desarrollo, producción y consumo, están de por medio y no se pueden ignorar. La Capacidad de Carga humana puede ser interpretada como la tasa máxima de consumo de recursos y descarga de residuos que se puede sostener indefinidamente sin desequilibrar progresivamente la integridad funcional y la productividad de los ecosistemas principales, sin importar dónde se encuentren estos últimos. La correspondiente población humana será una función de las relaciones entre el consumo material y la producción de residuos per capita o la productividad neta dividida por la demanda per capita[3].
En consecuencia, la Capacidad de Carga depende no sólo de las características del medio (tanto físicas como biológicas) sino también de la infraestructura existente y del entorno socioeconómico y cultural.

La importancia del concepto
Por lo expuesto precedentemente, cuando se lleva a cabo una intervención de magnitud en la Ciudad, se debe prestar especial atención a estos tres aspectos.
Así es que se puede invertir en infraestructura y ampliar las posibilidades que ofrece una zona determinada. Estas acciones requerirán financiamiento y tiempo (para su planificación y ejecución), además de contar con los recursos pertinentes (agua, energía eléctrica, gas, entre otros). No obstante, por su envergadura, la ciudad de Buenos Aires estaría en condiciones de ampliar la red de agua potable o el tendido que provea energía eléctrica.
Sin embargo, cuando se analizan las características del medio y del entorno socioeconómico y cultural, las posibilidades se restringen, puesto que éstas son mucho más difíciles de modificar.
Cuando el riesgo de inundación de una zona es alto porque el terreno de la misma está por debajo de la cota es difícil, casi inviable, construir un barrio en dichos terrenos. Este es sólo un ejemplo que muestra que la factibilidad de modificar las condiciones físicas (o biológicas) de una zona es, cuando menos, muy oneroso.
No es diferente la situación generada por una norma de excepción que permite radicar un emprendimiento productivo de alta complejidad ambiental en una zona residencial. Sería arduo justificar la instalación de un frigorífico en Villa Devoto o en la “city” de la Ciudad.
También se dan casos en los cuales confluyen varias de las características enunciadas. Un ejemplo concreto de la falta de planificación que derivó en el no éxito, por no llamarlo fracaso, de una iniciativa innovadora en su momento, fue el traslado de las personas que habitaban los famosos albergues de la calle Warnes a un barrio construido sobre terrenos contaminados con residuos peligrosos. Las instancias municipales de entonces no evaluaron las capacidades del lugar.
En síntesis, se pueden desarrollar intervenciones de envergadura en Buenos Aires, pero no cualquiera; ni tampoco en zonas inapropiadas. Los territorios tienen capacidades finitas.

Algunas consideraciones finales
Varios de los conflictos que se constatan a diario en Buenos Aires son producto de las tensiones no resueltas entre la capacidad de carga de un lugar y las intervenciones que se quieren llevar a cabo.
Las quejas que surgen en diferentes barrios, como Caballito, por la construcción de complejos edilicios de envergadura, transparentan conflictos que dan cuenta de las tensiones citadas. Si en una zona, la provisión de agua potable de la población residente ha disminuido por los nuevos edificios que se han construido, es porque se ha rebasado la capacidad de la infraestructura existente. Tal vez, para que se autoricen nuevas construcciones se debería efectuar, previamente, el análisis de la Capacidad de Carga que posee esa zona para que los ciudadanos residentes no sufran un desmedro en su calidad de vida y los que llegan puedan acceder a condiciones similares.
Más aún, en el actual proceso de reactivación económica, se debe prestar especial atención a la “oferta” del lugar. El indebido uso del suelo y la falta de planificación conllevan a conflictos ambientales, económicos y sociales. Buenos Aires no puede soslayar las experiencias negativas propias y las de los municipios del conurbano bonaerense.
Para finalizar, el perfil de la ciudad que se anhela surgirá de una clara decisión política sustentada en el apoyo de la mayoría de la sociedad, condición necesaria para poder conducir y terciar ante los conflictos de intereses existentes en dicha sociedad. Pero, transformar ese perfil en realidad va a depender de la calidad institucional imprescindible para alcanzar esa meta.
Buenos Aires puede aprovechar una instancia fundacional abierta en 1996 y que aún no ha cristalizado, aún hay tiempo.


Jorge Etcharrán
Marzo de 2007 (publicado en Revista Concepto Nº 1)


[1] Procedimiento técnico administrativo legislado a través de la Ley 123 y sus modificatorias.
[2] Muy aplicado en España. Especialmente a escala de distritos, como Navarra, y ciudades, como Barcelona.
[3] Rees, 1990.